Beatos Venezolanos.

                             Sopa de Letras:

BEATOS, CANDELARIADESANJOSE, CARMENRENDILES, CONGREGACION, JOSEGREGORIOHERNANDEZ, MARIADESANJOSE, MONJAS, VENEZOLANO.







BEATO JOSE GREGORIO HERNANDEZ


 

En Isnotú, pequeño pueblo del estado Trujillo, Venezuela, dedicado a la agricultura y a cortar madera, Dios se hizo presente de una forma especial en el seno de la familia de Benigno Hernández y Josefa Cisneros de Hernández, con el providencial nacimiento de su primogénito José Gregorio el 26 de octubre de 1864. Ni sus padres y menos sus vecinos sospechaban el destino que Dios tenía reservado para este niño.

José Gregorio fue bautizado en la Iglesia Católica del Santísimo Nombre de Jesús de Escuque, el 30 de enero de 1865 por el Presbítero Sinforiano Briceño y sus padrinos personas muy cristianas, Don Tomás Lobo y Doña Perpetua Enriquez. El Sacramento de la Confirmación lo recibió de manos del Obispo de Mérida Monseñor Juan Hilario Boset, en diciembre de 1867. Su padrino fue el Presbítero Francisco de Paula Moreno.

Su padre y su madre se esforzaron en enseñarles las tres cosas básicas que toda persona que desea triunfar en la vida debe vivir: 1.-evitar el mal, 2.- practicar el bien y 3.-buscar perfeccionarse cada vez más. Es decir, su hogar fue su escuela básica de formación.

Estudió Medicina en Caracas y tuvo tanto éxito que el presidente venezolano lo envió a estudiar microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental en París.

José Gregorio se dejó guiar por el Espíritu Santo, atento siempre a lo que Dios le pedía. Fue un cristiano consciente de su proceder tanto en la Iglesia como fuera de ella. Todos los que lo conocieron dan testimonio de ello.

Tenía y vivía una intensa vida interior. Buscaba tiempo y lugar propicio para hablar con Dios de forma constante. En sus oraciones se encontraba con Cristo, meditaba, profundizaba, hacía suyo y estudiaba para luego salir a trabajar con responsabilidad en coloquio constante con Dios que era su guía y mejor Maestro. Con afán de perfeccionamiento personal, en sus idas diarias a Misa en la Iglesia de las Mercedes, conoció lo que era la Orden Tercera de San Francisco, una orden seglar para personas que desean vivir la espiritualidad de San Francisco de Asís, pero no en conventos sino en sus casas. Se unió a ellos y compartía la lectura del Evangelio y las oraciones tanto con personas muy selectas de la ciudad como con gente muy humilde. José Gregorio encontró en la Virgen María el modelo, el icono de la esperanza profética por su capacidad de meditar prolongadamente la Palabra en su corazón, leer la historia según el proyecto de Dios, contemplar a Dios presente y operante en el tiempo. Encontró en la vida de la Virgen María la sabiduría transparente que une armónicamente el éxtasis del encuentro con Dios y el mayor realismo crítico ante el mundo. Por ello, su devoción a la Santísima Virgen era algo sustancial para su vida espiritual.

José Gregorio con permiso de Monseñor Juan Bautista Castro, viajó al pueblo de Lucca en Italia donde solicitó su entrada en la Congregación religiosas de la Cartuja de Farneta. El prior de la Orden lo recibió gustoso, se realizó la ceremonia de su recibimiento y José Gregorio comenzó el noviciado. En menos de un año tuvo que abandonarlo y regresar a Venezuela, pues la fragilidad de su cuerpo le impedía cumplir las tareas diarias de la Congregación. Con profunda tristeza regresó al país y pidió su ingreso en el Seminario de Caracas. Tampoco duró mucho tiempo como seminarista por la cantidad de personas que lo iban a buscar para solicitarle su ayuda profesional y personal. Un tiempo después viajó a Italia para ingresar al Seminario Pío Latino. Su estado de salud se debilitaba cada vez más y no tuvo otra opción sino regresar a Venezuela.

Comprendió que Dios lo quería laico y ya no intentó regresar a la vida religiosa. Decidió convertirse en médico católico ejemplar, sirviendo al Señor en los enfermos.

Dedicaba dos horas diarias para servir a los más pobres.

Su profesión médica la convirtió en un rito sacerdotal pues pensaba y actuaba como si detrás de todas las cosas viera un camino abierto a sus ansias de santidad. No perdía oportunidad para confesar y defender sus creencias, lo mismo en la cátedra que en la amigable conversación. En sus escritos, se siente rezumar aquella fe y aquella tensión para que todas las personas conocieran la verdad y se adhirieran a ella. Para José Gregorio todos sus actos eran apostólicos. Se había impuesto la misión de buscar su perfeccionamiento en los distintos órdenes, pero, por encima de todo eso, quería caminar hacia la santidad.

La virtud que más le caracterizaba era la caridad. Cumplía especialmente el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Consideraba el pecado como el mayor mal que le podía sobrevenir al hombre y cuidaba que nadie oyera salir una palabra deshonesta de sus labios. Huyó siempre de las murmuraciones y críticas y de toda conversación menos digna.

En Roma se nombró como Postulador General de la Causa, al Reverendo Padre Carlos Miccinelli, quien designó a Monseñor José Rincón Bonilla, Vice postulador para Venezuela de la Causa de Beatificación del Siervo de Dios, Dr. José Gregorio Hernández. Más adelante se nombró como Postulador de la causa a Monseñor Dr. Marcelo Venturi y el Vice-postulador, Monseñor Dr. Jorge Urosa Savino. Este último, remitió a la Santa Sede numerosas cartas postulatorias de personalidades y entidades civiles y eclesiásticas, en las que se solicitaba que esta causa fuera introducida ante el pleno de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos. Se hizo también el proceso informativo en La Habana (1957) y un proceso complementario en Caracas (1961).

Al iniciarse la causa de Beatificación, el 23 de octubre de 1975 sus restos fueron exhumados y trasladados a la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en Caracas.

Luego de varios decretos, el 1º de agosto de 1980 se publicó el decreto de la autenticidad del proceso. Finalmente, el 16 de enero de 1986, por sus virtudes, la Iglesia lo elevó de Siervo de Dios a Venerable a través de un Decreto donde se describen las virtudes heroicas de José Gregorio Hernández médico y profesor de la Universidad de Caracas.

El 27 de abril de 2020, el Arzobispo de Mérida y Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, Cardenal Baltazar Porras, dio a conocer que la comisión teológica aprobó, por unanimidad, el milagro concedido por intercesión del Venerable Dr. José Gregorio Hernández, con lo cual solo faltaría la Plenaria de Cardenales y Obispos y la aprobación del Papa Francisco para su beatificación.

El 19 de junio de 2020, la Congregación para la Causa de los Santos promulgó el decreto con la autorización del Papa Francisco para la Beatificación del Venerable Dr. José Gregorio Hernández, lo que hará del médico de los pobres el 4to Beato Venezolano, y el primero trujillano.

El 26 de Abril del 2021 el Santo Papa Francisco declaró al venerable José Gregorio Hernández, Copatrono del Ciclo de Estudios en Ciencias de la Paz. En el Quirógrafo se menciona que, después de haber considerado la solicitud del Cardenal Baltazar E. Porras Cardozo, Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, Venezuela; y aceptada la petición del Rector de la Pontificia Universidad Lateranense; el Papa Francisco dispone que, “el Venerable Siervo de Dios José Gregorio Hernández Cisneros, fiel laico, nacido el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, Venezuela y fallecido el 29 de junio de 1919 en Caracas, Venezuela, cuya beatificación está establecida en la Archidiócesis de Caracas para el 30 de abril de 2021, sea nombrado Copatrono del Ciclo de Estudios en Ciencias de la Paz, instituido por mí en la Pontificia Universidad Lateranense con la Carta el Deseo de Paz del 12 de noviembre de 2018, colocándolo junto al Beato Juan de la Paz

El Beato José Gregorio Hernandez fue beatificado el 30 de Abril del 2021 en la Ciudad de Caracas, en el iglesia del colegio La Salle, en una Santa Misa presidida por el Monseñor Aldo Giordano, nuncio apostólico en Venezuela, junto a los cardenales venezolanos Baltazar Porras y el Cardenal Emérito de Caracas Jorge Urosa Savino.

Ciento sesenta reliquias con pequeñísimos fragmentos de la osamenta del Beato José Gregorio Hernández fueron confeccionadas con devoción y delicadeza por las Hermanas Siervas de Jesús, una congregación fundada por la Beata, también venezolana, Madre Carmen Rendiles. En palabras de la Hna. Rosa María Ríos, Superiora de las Siervas de Jesús, durante la preparación de las reliquias las religiosas se mantuvieron orantes por el fin de la pandemia, por el personal médico y por la paz de Venezuela y del mundo. Las reliquias fueron entregadas a Mons. Tulio Ramírez, Obispo de Guarenas y Vicepostulador de la Causa de Beatificación y Canonización del Dr. José Gregorio Hernández, quien en un acto ceremonial llevado a cabo de forma austera pero con gran fervor, expresó a las Siervas de Jesús: "que Venezuela reciba este gesto de amor de cada una de ustedes y premie la laboriosidad religiosa con la cuales ustedes realizaron esta confección de las reliquias"

Bibliografía

UN VENEZOLANO EJEMPLAR, JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ - María García de Fleury

https://conferenciaepiscopalvenezolana.com/comision-teologica-aprobo-por-unanimidad-el-milagro-del-venerable-dr-jose-gregorio-hernandez

https://www.aciprensa.com/noticias/anuncian-la-ruta-del-venerable-jose-gregorio-hernandez-ejemplo-de-fe-en-venezuela-74965

https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2021-04/venezuela-beatificacion-jose-gregorio-hernandez-relicarios-listo.html


Beata María de San José

1. Laura Evangelista: 

A aquel 25 de abril de 1875, fecha del nacimiento de la Madre María de San José, han precedido vicisitudes y acontecimientos que con diversos caracteres, marcan la historia y la fisonomía de Venezuela: A varias décadas de la independencia nacional, se da la abolición de la esclavitud en 1845, a la que seguirá la Revolución Federal durante cinco años, de 1859 a 1863. El país se enfrenta con una economía destruida por la guerra y la anarquía. Durante el gobierno del civilizador y autócrata Guzmán Blanco, entre otras obras de progreso se realiza en 1873 un censo de la población venezolana, la cual alcanzó a 1.784.194 habitantes. 
El 13 de Octubre de 1875, a sólo 6 meses de su nacimiento, una niña es bautizada en la Iglesia Parrroquial de Choroní con el nombre de LAURA EVANGELISTA, hija primogénita de Clemente Alvarado y Margarita Cardozo, modestos habitantes de aquel pueblo. La Bautiza el párroco José María Yépez y son sus padrinos Manuel González y Dolores Sofía Bravo Cardozo, prima de la niña. 
Como obsequio de Ana Félix, la abuela paterna, recibe un par de zarcillos de oro macizo con tres esmeraldas cada uno. Acto seguido, aquellos pendientes fueron incrustados en las tiernas orejitas de la recién bautizada. 
Laura es una hija esperada con amor y rodeada del cariño familiar, factor decisivo en el desarrollo armónico de la personalidad. Le seguirán otros hermanos: Octaviano, Panchita y Clemencia. 
En 1877, Laura recibe la confirmación administrada por el Arzobispo de Caracas, Mons. José Antonio Ponte, de visita pastoral en Choroní. Es su madrina Mercedes Márquez de Padrón. 
Al referirnos a Choroní, estamos hablando del pueblo natal de nuestra Beata María de San José. De estilo colonial, pintoresco y acogedor, es patrimonio histórico de la nación, centro turístico del Municipio Girardot en el Estado Aragua, de hermosas playas y habitantes. Guarda en su seno históricas memorias entre ellas la rústica pila bautismal de 1757. 
Choroní es valle rodeado de altas montañas que, junto al rio que lo atraviesa, le prodigan un aire de belleza y frescura. A pocos kilómetros, el Puerto de Colombia, con su paisaje marino, su folklore y su actividad bulliciosa y alegre. 
La profusa y rica virtualidad de los accidentes geográficos, ejercerán especial influencia en la personalidad de aquella niña, excepcional fruto de su tierra.

2. Infancia

A medida que Laura crece, va revelándose en ella una gama de cualidades: clara inteligencia, fina sensibilidad, firmeza y tan extraordinaria memoria, que jamás olvidará una función de títeres que presenció a los seis meses de edad. En épocas posteriores afirmará que desde los dos años recuerda toda su vida. 
Cuando Laura cumple los tres años, don Clemente decide trasladarse con su familia a Turmero, población vecina domicilio de sus padres, Dolores Alvarado y Ana Félix Salas, quienes colman de cariño a su nieta. Una de sus tías le enseñó las primeras letras y a los 4 años de edad, ya sabe leer. 
La estancia en Turmero es breve. Al poco tiempo se establecen en Maracay donde cursa todos sus estudios, desde los 5 años hasta los 17. Era una de las preocupaciones de sus padre: su educación, querían para ella lo mejor. En el ambiente social de la época, cuando imperaba el analfabetismo, su educación resultaba óptima. 
Según su propia afirmación, en la escuela la llamaban "la palomita", lo que ella atribuía a su natural seriedad. Declara igualmente que durante toda su etapa escolar guardará su alma de pecado; inocencia que conservará hasta el final de sus días. 
Reñida con todo lo que es mentira o engaño, está siempre dispuesta a decir la verdad. Muestra especial inclinación a la piedad religiosa y al socorro de las personas necesitadas, actitudes que ha aprendido junto a su madre, a quien el pueblo mucho aprecia por su servicialidad y caridad, sin distinción de ninguna clase. Nueve años cuenta cuando, acompaña a su madre a visitar un enfermo renuente a recibir los sacramentos aduciendo ante la niña su larga barba. Laura solícita, se aprestó a rasurarlo, como en efecto lo hizo, logrando que aquel hombre se reconciliara con Dios. 
Ya era una estampa familiar ver a la niña Laurita al lado de su madre en las visitas de caridad, en la práctica de las obras de misericordia. Anhela el día de su primera comunión, para la que ha sido preparada desde los 7 años por "una santa viejecita"; sin embargo deberá esperar hasta los 13 años, según las normas canónicas de entonces.

3. Algunas Anécdotas

Andaría Laura en los 5 años de edad cuando en Maracay una curiosa dama ventanera le pregunta: 
_Muchachita, ¿de quién eres tú? 
_De mi papá y mi mamá, le respondió vivazmente la niña. 
Cuando me peinaban de crespos -relata la Madre María- ¡ay, ay, ay! iba al espejo a mirarme de un lado y de otro. ¡Se sentía tan linda! En una ocasión, la abuela paterna propone tomar una fotografía a su nieta, así con sus hermosos crespos. A la tía Mercedes se le ocurre colocarle una flor en la cabeza. A Laura le desagrada la ocurrencia y se resiste, pero su madre la obliga a obedecer y la fotografía reveló la imagen de una niña malcriada cubriéndose el rostro. 
Una noche que su madre deja a los niños dormidos y va a casa de la abuela a visitar un pariente enfermo, Laurita al darse cuenta de la situación, se provee de una vela y una caja de fósforos (no había luz eléctrica), abriga bien a sus dos hermanitos menores y llega con ellos a casa de la abuela. 
_¡Margara! dice a su nuera doña Ana Félix. Es la niña. 
_¡Cómo te atreviste...? le interroga su madre. 
_ Antes yo miré a ver si estaba la "sayona", y como no la vi, salí, respondió valientemente la niña. 
¡Cómo le fascinaba entretenerse fabricando altares con los recortes sobrantes en la carpintería de su padre! Para evitar reprensiones, a veces se retiraba al solar de la casa lejos de la vista de don Clemente. 
Un día, ya como de 7 años lavaba en la acequia que atravesaba el patio de su casa, cuando de repente, su padre acercándose muy serio, le pregunta: "¡qué tiene Ud., en las manos?" pensando que era un cigarrillo, pero ¡no! Era su sortijita de diamantes que con la luz del sol resplandecía. 
Desde muy pequeña, ante alguna perturbación de ánimo, se niega a alimentarse. Así, cuando ve a Panchita, su hermana menor, inerte en brazos de su madre, le advierte: 
"Ya sabes mamá, no voy a comer nada, ni hoy ni mañana. Era profundamente sensible." 
_Octaviano, -le suplica una mañana a su hermano-, acompáñame a misa de aguinaldos. 
_Si me traes una taza de café bien caliente. 
Laura lo complace solícita, y el bribón, luego de tomarlo, se envolvió en su sábana y la dejó plantada y triste. "Yo, incapaz de acusarlo ni de vengarme -recordará ella-, lo soportaba todo en silencio".

 

4. La Niña del Cristo

Varias circunstancias concurrentes en la vida de Laura a sus 13 años de edad, marcarán el rumbo de sus ideales. 
Plácida, su prima, hija de la tía Mercedes, es a su vez, su gran amiga, casi como una hermana. Plácida es coqueta y le habla de modas, de fiestas y de galanterías, lo que a Laura desagrada. Por otra parte, los planes de sus padres está orientados hacia un futuro matrimonio de su hija. 
Ella quiere ser toda de Dios, pero ¿cómo? en Venezuela no se conocen religiosas. Los conventos de clausura han sido eliminados por el presidente Guzmán Blanco, al igual que los seminarios. Su gobierno ha sido para la Iglesia de Venezuela una verdadera purificación. 
Un día, mientras oraba en el templo de Maracay, "Me inspiró el dulce Jesús del tabernáculo preguntarle: ¿Y no puedo unirme a ti (en matrimonio), como las demás mujeres a los hombres?" Y sintió en lo profundo de su alma un clarísimo SI. Era el 16 de Julio de 1888, festividad de la Virgen del Carmen. Y, aunque ella reconoce que entonces no tuvo pleno conocimiento de lo que hizo en este gran día, será una experiencia inolvidable a lo largo de su existencia: Se consideró desde aquel momento extraordinario, la prometida de Dios. 
A los pocos meses, el 8 de diciembre de 1888, efectúa felizmente su tan ansiada primera comunión; y ya instruida por el Párroco Antonio Ferrer, "con alegría indecible" pronuncia un voto privado de virginidad al único amado de su corazón: Jesús Sacramentado. Por eso afirma: "En la Eucaristía está mi tesoro y allí está mi corazón". Se desprende de sus pequeñas vanidades: sus amados crespos, sus joyas. Desde este memorable día comenzará a observar los tres votos de obediencia, pobreza y castidad, y promete vivir con la mirada discretamente baja, característica particularmente suya. En lugar de sus prendas, llevará en adelante un crucifijo sobre el pecho, circunstancia que le merecerá de parte del pueblo el nombre de "La niña del Cristo". 
A esa edad, convierte su hogar en una escuela para los niños pobres, a quienes también prepara para la primera comunión. Al encuentro de los gastos que esta iniciativa le ocasiona, confecciona dulces criollos para la venta, en la cual colaboran sus padres y sus maestras, la familia Blanco.

 

5.El nuevo párroco de Maracay

Los estudios en el colegio de Maracay culminan en 1892, cuando Laura cuenta 17 años. Es el mes de Septiembre. En las jóvenes alumnas reina la emoción y la alegría. Laura es una de las mejores y a ella se asigna el discurso que, en nombre de sus compañeras, deberá pronunciar públicamente en la plaza del pueblo como parte de los actos programados con motivo del fin de curso. Para este día, su madre le ha preparado un hermoso vestido de color azul celeste, bordado en seda blanca. Laura obediente lo estrena; pero luego lo regalará a su amiga Rosarito, no sin antes obtener el permiso de su madre. 
Al finalizar sus estudios, Laura extiende su labor catequística a los jóvenes de la parroquia. Ya anciana aludirá a esta experiencia, acotando que "jamás a alguien se le ocurrió faltarle el respeto". 
Don Clemente, orgullosos de su hija, aspiraba a enviarla a Caracas a fin de que prosiguiera allí su formación, pero las circunstancias del momento no resultaron favorables. Dios tenía reservados para ella otros caminos. 
Cierto día que Laura ayudaba a sus maestras en la preparación de un ajuar matrimonial, se presenta el nuevo párroco Vicente López Aveledo y allí se conocen. Él es un joven sacerdote caraqueño, de grandes ideales e incansable espíritu pastoral. Alterna sus actividades parroquiales con obras sociales, educativas y culturales. Por designio divino una nueva tarea le espera: encauzar la vida de esta jovencita, ávida de Dios y de bien. La invita a colaborar en las labores parroquiales, las que inicia, previo permiso de sus padres, mediante el honroso oficio de lavar y arreglar los purificadores para el sacrificio eucarístico. Con la delicadeza que siempre la caracterizó en este menester, se apresura a adquirir utensilios nuevos, dedicados exclusivamente a ello. 
El 8 de diciembre de 1893, el Padre López funda la Sociedad de Hijas de María, a cuyo ingreso, Laura se prepara con 8 días de retiro espiritual en absoluto silencio, al final de los cuales renueva su voto de virginidad, esta vez en forma perpetua. Recuerda con emoción la hermosa plática del Padre López. "¡Qué bien habla nuestro padre!", escribe. 
Aquella es una parroquia viva, fervorosa y alegre; muy eucarística. Es el humus donde se desarrolla la vocación de Laura, futura Madre María de San José.

 

6. Una circunstancia inesperada

Laura ansía consagrarse a Dios en un convento de clausura: es su gran ilusión, y así lo ha manifestado al párroco, quien le recomienda esperar. Los conventos de monjas en Venezuela han sido suprimidos pos el "Ilustre Americano". Tendría que ausentarse a España o a la Isla de Trinidad. El panorama se presenta incierto: pero el Padre López promete ayudarla en este discernimiento vocacional. 
Mientras tanto vive de oración y de servicio al prójimo. Clemencia, su hermana, trata de disuadirla de aquellas actitudes que a ella le resultan un tanto extrañas en una joven común; pero nada consigue. Laura se siente inclinada a la vida de silencio y de oración, de contemplación y penitencia. Cada día asiste a misa, pese al disgusto de su padre, y dedica largos ratos de oración ante el Santísimo Sacramento, o en el patio de su casa, bajo una planta de catigüire, testigo de sus inquietudes. 
De pronto, una circunstancia especial conmueve a la población venezolana: La epidemia de viruela se desata implacable produciendo angustia, zozobra y muerte, particularmente en la clase desposeída: infección, contagio, cuerpos humanos cubiertos de fétidas pústulas, a veces bajo los aleros de las casas. La situación sanitaria es pésima; no existe centro de salud. 
Será una circunstancia que pondrá a prueba el temple y la heroica virtud del padre López Aveledo, quien a su condición de pastor, trata de hacer frente a aquella dramática situación. Su inicial experiencia y sus relaciones con el personal del Hospital "Vargas" de Caracas, del que fue capellán, le son favorables. Personalmente los atiende, los traslada en hombros hasta donde puedan ser atendidos dignamente en sus últimos momentos, y cuando nada puede hacer por su alivio corporal, con lágrimas en los ojos, de rodillas ante ellos en plena vía, les administra los sacramentos y les dirige unciosas palabras y oraciones. 
El abnegado párroco se siente en la imperiosa obligación de instalar por propia iniciativa un puesto de emergencia, que dará origen al primer hospital de Maracay. 
El padre hace un urgente llamado a su feligresía. Unos critican, otros, en su mayoría están dispuestos a colaborar generosamente. Se alquila entonces la casa de las hermanas Yépez, en la calle Miranda cruce con Sucre. 
Es el 3 noviembre de 1893.

 

7. Cambio de ruta: Un hospital

Laura quiere retiro, clausura, soledad, y Dios le está pidiendo servicio activo, ineludible. Ella, como espiga madura, se doblega ante el designio divino y acepta su voluntad. 
El hospital queda fundado con el nombre de "San José", patrono de la parroquia. Un notable grupo de personas secunda la iniciativa del padre López Aveledo; médicos, farmacéuticos, señoras, jóvenes y hasta niños, colaboran en el arduo trabajo. 
La Junta Directiva está constituida por las Blanco, las maestras de Laura; los médicos se turnan mensualmente, y la atención directa de los enfermos se encomienda a un grupo de jóvenes voluntarias, entre las cuales está Laura. Representa la mayor dosis de sacrificio: Enfermeras, cocineras, camareras, lo son todo: en medio de aquella pobreza y con instrumentos de trabajo los más rudimentarios, la higiene y el aseo resplandecen, pero sobre todo, la caridad. 
Junto a Laura están: Ulpiana Gil Quiñones, Josefina Rojas, Dolores Olmo, Margarita Dorta, Socorro salmerón, y la señora Carmen Garbozo de Ayala, Eulogia Burgos colabora con la recolección de fondos económicos. 
Titánica tuvo que ser la fe y la voluntad de aquel grupo de mujeres para mantener en pie esta obra de caridad común en tiempos tan crudos. La miseria se hace ley. A la baja mundial de precios de los principales productos nacionales de exportación, como el café y el cacao, tendrán que enfrentar el azote de enfermedades como el paludismo y la tuberculosis, y las invasoras nubes de langostas que arrasaron las siembras, base de la economía del país. 
Laura reside en la calle Páez, muy cerca del hospital. Trabaja todo el día con los enfermos y a las 8 de la noche se retira a su casa, según exigencia de sus padres. 
¿Dónde se han ido los sueños de Laura Alvarado de retirarse a la tranquila soledad de un convento para mejor servir a su Dios? Su pueblo, la Iglesia, los pobres, la necesitan aquí y ahora. Y ella se entrega con gran abnegación. Ocho años de servicio en aquel hospital la prepararon para mayores ascensos en la práctica de la virtud cristiana, especialmente de la caridad. 
Y también de la humildad.

 

8. Con nombre y apellido

De 1894 a 1895 las jóvenes del Hospital trabajan bajo la dirección de la señora Juana de Motamayor, la cual fue sustituida por la señora Antonia del Castillo, ex-religiosa procedente de las Islas Canarias, a quien probablemente el padre López había conocido en el hospital Vargas de Caracas. "Misia Antonia" comienzan a llamar en el hospital a aquel nuevo personaje que entra en escena con el rol de directora y administradora. 
¿Quién iba a imaginar que aquella nueva ecónoma sería un instrumento de purificación para Laura? Según afirmación personal de la protagonista, aquella feliz niña no conocía el sufrimiento, que desde ahora se hace presente con nombre y apellido. 
En este importante momento de su vida, Laura abre su corazón virginal a la fecundidad de la cruz y sufre en silencio incontables pruebas por parte de "Misia Antonia", a quien ella, Laura, "quiere con toda su alma". "Era tremenda, me hacía sufrir, pero yo la quería mucho. ¡pobrecita!". Así son los santos. En la oscuridad de la prueba, resplandece la luz, y en el crisol se purifica el oro. 
Cuando Doña Antonia se tornaba muy fastidiosa, las otras jóvenes desobedecían, no así Laura: ella lo ofrecía a Dios, por amor a sus pobres. El tiempo transcurría y la pobre víctima callaba. Nada confiaba a sus padres ni al sacerdote por temor de no poder continuar en aquella obra, "lugar de sus delicias" apostólicas. 
De temperamento sensible y muy reservada, Laura enferma. Agudas crisis de asfixia llevan a temer por su vida. El Dr. Tabosqui ha dicho: 
"Se nos muere la niña del Cristo" 
Ante esta situación, doña Antonia muy preocupada, habla con el padre López Aveledo: Ella quiere prometer a Dios retirarse del hospital e irse a prestar sus servicios a un apartado lazareto, como en efecto lo hace. 
Laura se recupera. 
Posteriormente, cuando Laura toma el hábito religioso, le escribe una carta a doña Antonia, quien le responde y, entre otras frases, le expresa: "Yo comprendía que usted tenía vocación". 
Por ello la Madre María, agregará: "Ella fue mi maestra, mi gran maestra".

 

9. Don Clemente arrancado del abismo

El 5 de abril de 1899, el padre López Aveledo entrega a Laura la dirección y administración del hospital, del que hace su residencia. Está próxima a cumplir 24 años de edad. 
Todas las noches, don Clemente se acerca al hospital a despedirse de su hija, quien no atreviéndose a recibirlo, le da las buenas noches desde la puerta. Piensa que su sacrificio como "consagrada a Dios" debe ser completo. Le preocupa mucho su padre y ora incesantemente por él. ¿Qué no haría ella por la salvación de su alma? 
El 17 de diciembre de 1899 a las dos de la madrugada sostiene una fuerte lucha espiritual, en la que invoca a todos los santos de su devoción, hasta que, finalmente una voz interior la tranquilizó: - Te basta mi gracia. Su lacónica nota de ese día nada explica. Concluye escribiendo: "!Ah, Señor, habéis aceptado mi sacrificio! Bendito seas". 
Transcurridos apenas 12 días, Laura recibe la noticia de que su padre ha sufrido una "congestión cerebral" severa. Parece estar muerto. Atribulada, corre a postrarse a los pies de la imagen de nuestra Señora de las Mercedes, a quien encomienda la salvación eterna de su padre. "No me levantaré de aquí -le dice- hasta que me concedas esta gracia". Ofrece a Dios el sacrificio de ayuno total y perpetuo por manos de María, refugio de pecadores. Su maternal intercesión no se hace esperar. Don Clemente reacciona y con plena lucidez mental recibe todos los sacramentos, incluso el del matrimonio. Tenía 55 años de edad. 
Laura, pensando "por ignorancia que al estar ya consagrada al servicio de Dios, ya no podía ir a casa de su adorado viejo, llorando, llorando, lavaba las úlceras de mis pobres... hasta que empezó de nuevo la agonía, y el padre López me mandó; fui y estuve desde las 12 del día hasta las 3 de la tarde, cuando expiró. Enseguida, al hospital de nuevo". 
¿Se relaciona esta promesa de ayuno absoluto con aquella experiencia del 17 de diciembre? Posiblemente. 
Lo cierto es que Laura inicia esta nueva aventura de fe, alimentándose sólo con la comunión diaria. Es la Eucaristía quien milagrosamente la conforta en medio de las múltiples actividades y responsabilidades de su cargo. Así transcurren 10 años hasta que por obediencia el padre López Aveledo, a raíz de una enfermedad, mitiga su ayuno: su dieta fue mínima durante el resto de su vida.

 

10. Agustinas al servicio de los pobres

El año 1900 en Venezuela es época de guerrillas. En Octubre de ese año un terremoto conmueve a todo el país. Poblaciones casi desaparecidas, familias desamparadas, templos derrumbados, actividades interrumpidas con los consiguientes trastornos públicos. 
A nivel eclesial, al Arzobispo de Caracas, Monseñor Críspulo Uzcátegui, por motivos de salud es sustituido en sus funciones por el Vicario Provisor, Monseñor Juan Bautista Castro. 
Contra el régimen del presidente Cipriano Castro, se suscitan sucesivas rebeliones hasta 1901, cuando estalla la sonada revolución "Libertadora", cuyo protagonista es el acaudalado hombre de negocios Manuel Antonio Matos, concuñado de Guzmán Blanco. 
Junto a Laura y, animada por el mismo ideal de consagrarse a Dios, labora su fiel amiga Ulpiana Gil. Durante 8 años han trabajado dura y abnegadamente en el hospital y, previa oración y conversación con las dos jóvenes, el 22 de enero de 1901, el Padre López Aveledo funda con ellas la Congregación de las Hermanas Agustinas. A los pocos días se les agregan otras dos jóvenes: Francisca Rojas y María Félix Rodríguez. 
Dada la convulsionada situación política del país, la comunicación con el arzobispado de Caracas, no era fácil. Necesitan la licencia para la vestición del hábito religioso y ellas, las jóvenes, querían vestirlo el próximo 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes. Por tal premura encomiendan el caso a la "abogada de lo imposible", Santa Rita de Casia, prometiéndole serían como ella, Agustinas. 
La respuesta de Monseñor Juan Bautista Castro va dirigida al Padre López Aveledo: "Se me pide por una señorita llamada Laura María en unión de otras que la acompañan en el servicio el hospital de esa parroquia, permiso para vestir un hábito religioso. Si esto no presenta ningún inconveniente, lo concedo con gusto a esas buenas servidoras de los pobres". 
Es tanta la estrechez económica que no alcanza la tela adquirida y Laura elige para ella el hábito usado de una piadosa señora, pariente suya. 
Los nuevos nombres de las Hermanas son: María, Catalina, Francisca y Máxima, todas "de San José", patrón de la parroquia de Maracay.

 

11. Presencia viva de la caridad

Las abnegadas servidoras del hospital "San José" se han constituido en Congregación religiosa para los pobres. Oportunamente, el padre López Aveledo se presenta con su grupo de Hermanas ante el Vicario Provisor del arzobispado de Caracas, quien designa a Laura superiora. Ella obediente, acepta, y desde ese momento regirá los destinos de la Congregación hasta 1960, siete años antes de su muerte, siempre por obediencia. 
El 13 de Septiembre de 1903, la Madre María emite sus votos perpetuos y, en acción de gracias, permanece hasta media noche de rodillas sosteniendo en su mano un cirio encendido. Tanta es su felicidad y su fervor. 
Ese mismo año, el Padre López Aveledo presenta los primeros estatutos de la Congregación ante Monseñor Castro, explicitando la naturaleza y el fin de la misma, e informando de las obras atendidas hasta ese momento. 
El origen de la nueva Congregación de Agustinas se remite a "varias señoritas de esta ciudad (Maracay), quienes en su ardiente celo por la gloria de Dios y el bien de las almas, y siguiendo el impulso interior de la gracia y un deseo afectuoso de corresponder a ella, se sintieron incitadas a poner los medios para conseguir la perfección en una vida retirada de oración, en el servicio de los desgraciados pobres de nuestro Señor Jesucristo, declarándose esclavas de sus hermanos indigentes". Y con "el contentamiento de los venerables párrocos atienden los hospitales de Maracay, La Victoria y Villa de Cura". 
La revolución "Libertadora" ha agotado cuantiosos recursos humanos y económicos. Sangre y fuego, miseria y dolor, conforman el panorama nacional. Allí va la Madre María con sus Hermanas, al cuartel general de Cagua, a atender dos hospitales de campaña con centenares de heridos cada uno. Son apenas diez Hermanas que deben multiplicar sus esfuerzos para todos, los partidarios del gobiernos y los del bando contrario. Pasan luego al cuartel de Maracay y en el hospital "San José" atienden 150 hospitalizados. Un hermoso testimonio de caridad cristiana. 
No hay que olvidar que para estos años Laura está observando su ayuno absoluto, por lo cual no es extraño que en una ocasión, mientras se trasladaba a pie por el campo en compañía de la Hermana Francisca para ir a atender los heridos, hubieran de solicitar ayuda en una humilde casa. 
Como si fuera poco, en 1904 cunde la epidemia de viruela, enfermedad infecto-contagiosa que exige el aislamiento de los pacientes. A esos "degredos" se traslada la Madre María con sus Hermanas. "El 15 de Agosto ya estábamos instaladas con nuestros pobres enfermos... Recuerdo con alegría esos hermosos días llenos de penas y amarguras".

 

12. La llamaron "Mamaíta"

¿No es lógico que de estos flagelos sociales surgieran dolorosas consecuencias? Ahí tenemos en las clases populares, serias situaciones de orfandad, niños sin hogar. Ella, la Madre María, que desde niña soñaba ser la "mamaíta" de un centenar de niños pobres, comienza a trabajar en este sentido. Los adultos necesitan hospitales, pero los niños una familia, un hogar lleno de afecto. Será ésta su obra predilecta. 
Quiere fundar el primer asilo para huérfanos. El padre López duda de que pueda sostenerse. Ella lo anima a confiar en la divina Providencia. En el mismo hospital "San José" destina para ellos un espacio. Reúne un grupo pequeño de los más necesitados y el 24 de Mayo, bajo la protección de la Madre de Dios, funda el "Asilo Inmaculada Concepción" en la ciudad de Maracay. Es el año 1905. Desde entonces, la Madre María se traslada con sus niños a una casa alquilada por Bs. 40, cancelando semanalmente "lo que buenamente podía". 
Aquella obra era un reto. El padre López la había autorizado diciendo: "Si dura un mes y se sostiene, le aseguro su duración". 
La Madre María con satisfacción informa que, a pesar de todo, ni un sólo día sus huérfanos se han acostado sin alimentarse: la dieta básica era el topocho (cambur), cocido, asado o frito; con dos bolívares se preparaba un hervido o carne molida, y en temporada de mangos, el delicioso fruto servía de postre. 
Inicialmente, y por la necesidad imperante, los "hogares" de la Madre María, fueron mixtos, hasta que la autoridad eclesiástica intervino y ella obedeció dejando sólo las niñas, aunque como ella expresa: con gran dolor. 
Los huérfanos van en aumento; la casa alquilada en la calle llamada de la estación, hoy Soublette, es ya insuficiente. El Señor Francisco (Pancho) Gómez, antiguo benefactor del hospital, le cede su vieja casa en la calle Santos Michelena y a ella se traslada en 1906. Esta casa se convierte en Casa Madre, noviciado y Casa de ejercicios espirituales para las Hermanas de la Congregación. 
Los niños se acostumbraban a llamarla "Mamaíta". Los educa, los enseña a reír, a jugar, a comer a la mesa con cubiertos. Es feliz en medio de ellos. Además de las Hermanas, junto a ella está su madre, doña Margarita, a quien los niños llaman "abuelita". Al padre López le dicen "papá mío". Es un hogar. 
¿Qué pretende la Madre María con estos hogares para huérfanos? Ella lo determina en sus estatutos: Librarlos de los peligros a los que se hallan expuestos, educarlos cristianamente y enseñarles algún oficio concerniente a su sexo.

 

13. Por los caminos de Dios

Caminos que se cruzan, largos y monótonos, polvorientos o agrestes; carros de mula, jornadas a pie; travesía de ríos; sencillas goletas recorriendo mares; pobrísimas viviendas, "casuchas destartaladas" en más de una ocasión; comienzos inauditos. Son estos, avatares que se suman silenciosos al haber fundacional de la incansable Madre María de San José. 
En la medida de las necesidades y de sus posibilidades, apremiada por esa gran virtud de la caridad cristiana, y fundamentada en la confianza filial al Padre Dios, va trenzando una red de obras apostólicas y sociales en favor de los desposeídos: Acá, asilos para mendigos que deambulan por las calles; allá escuelas nocturnas para empleadas domésticas; hoy, hospitales y antituberculosos; mañana, casas maternas, orfanatos, escuelas populares; evangelización permanente, impartida en los pueblos, en las cárceles y en los campos; catequesis en las parroquias y en las escuelas, y en algunos sitios, catequesis nocturnas. 
Por todos los sitios donde le es posible llegar, va distribuyendo sus comunidades de caridad, y junto con ellas, la presencia eucarística. Insiste una y otra vez hasta que la autoridad eclesiástica le concede las requeridas licencias para instalas la divina Majestad en sus casas. 
"¡Un sagrario más! Ya las penas y pobrezas serán aliviadas con la dulce presencia del Dios de nuestros altares, la por siempre amada, la adorable Eucaristía". ¡Cuánto se lamentaba cuando, por circunstancias que no dependían de ella, debía cerrar una de las obras benéficas!: era cerrar la puerta de caridad y ¡un sagrario menos! 
Hasta 1917 gozó del asesoramiento y apoyo del padre López Aveledo: En abnegado ejercicio de su ministerio pastoral, contrajo la tan temida tuberculosis, para entonces enfermedad mortal. Por orden del General Gómez quien residía y gobernada al país desde Maracay, fue trasladado con sus hermanas a la ciudad de Los Teques, donde después de un verdadero calvario sufrido con heroica virtud, falleció el 30 de Enero de 1917, dejando una luminosa estela de santidad. 
En su lamentada ausencia, la Madre María recibirá la fiel y afectuosa orientación de uno de sus más ilustres hijos espirituales: Monseñor Hilario Cabrera Díaz, vocación sacerdotal cultivada por el padre López Aveledo. 
A la hora de su muerte en 1967 el balance de sus fundaciones era: catorce hospitales de caridad; dos antituberculosos, un leprocomio, dos albergues para mendigos, once centro socio-educativos (orfanatos-escuelas) dos casas maternas y una escuela nocturna para domésticas. 
No le faltó visión para extender su obra a otros países; pero sus intentos no se consolidaron.

Fuente: http://www.agustinasrecoletas.net/mm_biografia.html 

Beata Candelaria de San José:


Susana Paz Castillo Ramírez, tercera hija del matrimonio de Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez, nació en Altagracia de Orituco (Estado Guárico, Venezuela), el 11 de agosto de 1863.

Su padre era un hombre recto y honrado, de gran corazón y profundamente cristiano; gozaba del aprecio y estima de todos los habitantes; poseía conocimientos de medicina naturista y los empleaba para ayudar a mucha gente que solicitaba sus servicios. Su madre era una persona piadosa, trabajadora y honrada.

Tanto ella como don Francisco brindaron a sus hijos una educación tan esmerada como lo permitían las circunstancias de su tiempo. En el aspecto cristiano fue óptima: les infundieron el ejemplo y la palabra, la solidaridad y la responsabilidad en las prácticas de la fe cristiana y valores humanos.

Su instrucción académica, aunque escasa y deficiente, propia de la época que le tocó vivir, no fue un impedimento para su formación integral: frecuentó una escuela particular donde dio sus primeros pasos en la escritura y el cultivo de su apasionamiento por la lectura. Además, aprendió corte y confección y toda clase de labores, especialmente bordados. Este aprendizaje fue un valioso recurso para su posterior servicio a los más necesitados.

Su padre murió el 23 de noviembre de 1870, cuando Susana contaba con 7 años de edad. Cuando murió su madre, el 24 de diciembre de 1887, Susana, que tenía 24 años, asumió las responsabilidades de diligente ama de casa. A la vez, se encargaba de practicar la caridad con los enfermos y heridos que recogía y cuidaba en una casa semi-abandonada, adjunta a la iglesia parroquial.

Junto con otras jóvenes de su pueblo y con el apoyo de un grupo de médicos y del padre Sixto Sosa, párroco de Altagracia de Orituco, fundó un hospital para atender a todos los necesitados. Allí, en hamacas y catres de lona, que ella misma confeccionaba, los atendía.

Con la fundación de este centro de salud, en 1903, se dio inicio a la familia religiosa de las Hermanitas de los Pobres de Altagracia, actualmente denominada Hermanas Carmelitas de la Madre Candelaria. El 13 de septiembre de 1906, con autorización del obispo diocesano, la madre Susana hizo su profesión religiosa tomando el nombre de Candelaria de San José.

El 31 de diciembre de 1910 nació oficialmente la congregación de las Hermanitas de los Pobres de Altagracia con la profesión de las primeras seis hermanas, en manos de mons. Felipe Neri Sendrea, quien confirmó a la madre Candelaria como superiora general. En diciembre de 1916 emitió sus votos perpetuos en Ciudad Bolívar.

Su vida transcurrió entre los pobres; se distinguió por una profunda humildad, una inagotable caridad con ellos, y una profunda vida de fe, oración y amor a la Iglesia. Además de su esmerada atención por los enfermos, se preocupó por la educación de los niños, tarea que dejó como legado a sus hijas carmelitas.

La madre Candelaria era una religiosa de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; siempre dejaba suavidad en cuantos la escuchaban cuando departía su cordial y amena conversación.

Dos cosas llamaban poderosamente la atención en ella: su profunda humildad y su inagotable caridad. Tenía una gran sensibilidad ante las desgracias ajenas; nunca decía "no" a nadie, sobre todo cuando se trataba de enfermos pobres y abandonados.

Otra característica de su entrega era la alegría; todo lo hacía con amor y una confianza sin límites en la divina Providencia. Sus grandes amores fueron Jesús crucificado y la santísima Virgen. Recorrió muchos kilómetros en busca de recursos para el sostenimiento de sus obras y fundando nuevas comunidades que respondieran a las necesidades del momento.

Gobernó la congregación durante 35 años, desde su fundación hasta el capítulo general de 1937, en el que le sucedió en el cargo la madre Luisa Teresa Morao.

Los últimos años de la madre Candelaria estuvieron marcados por el dolor y la enfermedad. No obstante, después de dejar el cargo de superiora general, aceptó seguir prestando sus servicios a la congregación como maestra de novicias.

Tenía plena conciencia de su enfermedad, pero con increíble paciencia soportaba los dolores y daba pruebas de conformidad con la voluntad de Dios. Pedía al Señor poder morir con el nombre de Jesús en los labios, y así fue.

En la madrugada del 31 de enero de 1940 tuvo un vómito de sangre. Tras pronunciar tres veces el nombre de Jesús, entregó su alma al Creador.

El 22 de marzo de 1969 se inició en la ciudad de Caracas su proceso de beatificación y canonización. Benedicto XVI firmó el decreto de beatificación el 6 de julio de 2007.

Fuente: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/2008/ns_lit_doc_20080427_candelaria-de-san-jose_sp.html


Conoce la vida de la Madre Carmen Rendiles, nueva beata venezolana
Julio Gutiérrez

Archivo 

La discapacidad signó el nacimiento de María del Carmen Rendiles Martínez.  Sin el brazo izquierdo nació, entre las esquinas de de Glorieta a Maderero,  en Caracas, el martes 11 de agosto de 1903. Fue la tercera de los nueve hijos del matrimonio de Ramiro Rendiles y Ana  Martínez, una familia adinerada. 
Una prótesis le permitió contrarrestar desde temprana edad la limitación física, y llevar una vida normal y sin complejos.
 “Esa carencia va a servirle para hacer crecer una tenacidad indoblegable a fin de sobreponerse a las adversidades. Así es como la vemos dibujando, haciendo muebles, pintando lienzos y cuadros, llevando a cabo labores del hogar y de toda clase que, aún con dos manos, exigen pericia y destreza”, señala el perfil de personalidad  de su causa de beatificación.
Creció en “un hogar profundamente cristiano, en donde se bendecía la mesa en las tres comidas, se rezaba el rosario por la tarde y se acudía a misa los domingos. De allí proviene gran parte de su devoción hacía la religión cristiana, especialmente en la importancia de la eucaristía”, señala la cuenta oficial en Instagram.
Es así como desde pequeña se sintió atraída por la vida consagrada a Dios., pero fue rechazada por congregaciones debido a su discapacidad. “A los 15 años decide conocer de cerca las religiosas recién llegadas de Francia conocidas como las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento”, señala su biografía  oficial.
Tras el contacto con las monjas de carisma eucarístico,  el 27 de febrero de 1927 ingresó a la pequeña comunidad y el 8 de septiembre de 1927, cuando tenía 24 años, tomó los hábitos.  “Ella acompañó a una amiga que quería entrar, pero la religiosa se fijó en Madre Carmen, no en la amiga, y la invitó a regresar, lo que la Madre hizo y se quedó. Esto ocurrió en 1927. No la rechazaron, pese a que le faltaba un brazo”, contó la hermana Anselma a la historiadora Marielena Mestas.
El mismo 8 de septiembre, pero de 1929, emitió votos temporales y de 1932, los perpetuos, consagrándose de por vida a Dios con su túnica y  velo blancos. Tras permanecer unos años en Toulouse, en Francia, sede de la casa general de las hermanas,   fue nombrada maestra de novicias en Caracas a su regreso, cuando tenía 33 años.
Más tarde, en 1945, esta mujer de 42 años, de  estatura mediana, complexión normal, cara ovalada, ojos serenos, y sutil sonrisa, con una inteligencia desarrollada, una memoria privilegiada, imaginación fecunda,  en extremo humilde y amable, según la recuerda la  la comisión de historia de la causa de beatificación, fue electa superiora de la Congregación en Venezuela y Colombia.
Pero, la congregación decidió dejar el hábito y las constituciones originales para secularizarse, con lo que  no estuvo de acuerdo y, con el apoyo del cardenal José Humberto Quintero, entonces arzobispo de Caracas, otros obispos, sacerdotes y sus hermanas paisanas y las del vecino país, pidió en 1965 ante la Santa Sede la separación.
El 25 de marzo de 1966, a sus 63 años y manteniendo el espíritu inicial de las monjas francesas, se estableció la nueva congregación venezolana  con el nombre de Siervas de Jesús, dedicadas  a la propagación del culto del Santísimo Sacramento, ayuda de los sacerdotes diocesanos y seminarios, dirección de colegios y atención de los más necesitados, con  sede en la parroquia Altagracia.
Tres años más tarde, Madre Carmen fue electa superiora general, extendiéndose la congregación hasta ser hoy casi un centenar y  encontrarse radicadas en 20 comunidades en Caracas, Miranda, Valencia, San Cristóbal, Mérida, Margarita, así como en Cúcuta, en Colombia, y también en Ecuador.
“Con una salud muy precaria y agotada físicamente del enorme trabajo que ejerció”, como lo señala su biografía,  murió, a los 74 años, el  9 de mayo de 1977, en Caracas, poco después de cumplir 50 años de vida religiosa.
“Su misión fue cuidar a Dios en la Eucaristía, en ella, en el prójimo y en cada sagrario a su paso o en nuestras casas”, señala la hermana Rosa María Ríos, vice postuladora de la causa de beatificación.
El dolor y el sufrimiento físico le acompañaron siempre y hasta por largos períodos, ante lo que reaccionó con fortaleza y fe. “La adaptación de una prótesis le ocasionó más molestias que beneficios, pero supo soportarlo con entereza y sin dar muestras de desagrado. La operación de extirpación de un pulmón, aparte de dejarla con un solo pulmón, le ocasionó un sufrimiento atroz, ya que la anestesia no hizo efecto en ella. (…) La fractura de las dos piernas y las contusiones generalizadas como efecto del accidente automovilístico, la subsiguiente operación quirúrgica y la rehabilitación física constituyeron otro vía crucis soportado con la misma entereza y calma proverbiales en ella. La artritis progresiva de los últimos años que la postró en silla de ruedas fue otra oportunidad más de demostrar su amor a la cruz y al sufrimiento unido al de Jesús”, enfatiza la  comisión de historia.

                        Proceso de Beatificación y Canonización.
                                   

Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores (cf Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 40; 48-51). "Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia" (Exhortación Apostólica Christifideles Laici 16, 3).
(Catecismo de la Iglesia Católica, número 828).

Etapas en un proceso de Canonización
Son cuatro pasos:
1. Siervo de Dios.
El Obispo diocesano y el Postulador de la Causa piden iniciar el proceso de canonización. Y presentan a la Santa Sede un informe sobre la vida y las virtudes de la persona.
La Santa Sede, por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, examina el informe y dicta el Decreto diciendo que nada impide iniciar la Causa (Decreto "Nihil obstat"). Este Decreto es la respuesta oficial de la Santa Sede a las autoridades diocesanas que han pedido iniciar el proceso canónico.
Obtenido el Decreto de "Nihil obstat", el Obispo diocesano dicta el Decreto de Introducción de la Causa del ahora Siervo de Dios.
2. Venerable.
Esta parte del camino comprende cinco etapas:
a) La primera etapa es el Proceso sobre la vida y las virtudes del Siervo de Dios. Un Tribunal, designado por el Obispo, recibe los testimonios de las personas que conocieron al Siervo de Dios. Ese Tribunal diocesano no da sentencia alguna; ésta queda reservada a la Congregación para las causas de los santos.
b) La segunda etapa es el Proceso de los escritos. Una comisión de censores, señalados también por el Obispo, analiza la ortodoxia de los escritos del Siervo de Dios.
c) La tercera etapa se inicia terminados los dos procesos anteriores. El Relator de la Causa nombrado por la Congregación para las Causas de los Santos, elabora el documento denominado "Positivo". En este documento se incluyen, además de los testimonios de los testigos, los principales aspectos de la vida, virtudes y escritos del Siervo de Dios.
d) La cuarta etapa es la Discusión de la "Positio". Este documento, una vez impreso, es discutido por una Comisión de Teólogos consultores, nombrados por la Congregación para las Causas de los Santos. Después, en sesión solemne de Cardenales y Obispos, la Congregación para las Causas de los Santos, a su vez, discute el parecer de la Comisión de Teólogos.
e) La quinta etapa es el Decreto del Santo Padre. Si la Congregación para las Causas de los Santos aprueba la "Positio", el Santo Padre dicta el Decreto de Heroicidad de Virtudes. El que era Siervo de Dios pasa a ser considerado Venerable.
3. Beato o Bienaventurado.
a) La primera etapa es mostrar al "Venerable" a la comunidad como modelo de vida e intercesor ante Dios. Para que esto pueda ser, el Postulador de la Causa deber probar ante la Congregación para las Causas de los Santos:
- La fama de santidad del Venerable. Para ello elabora una lista con las gracias y favores pedidos a Dios por los fieles por intermedio del Venerable.
- La realización de un milagro atribuido a la intercesión del Venerable. El proceso de examinar este "presunto" milagro se lleva a cabo en la Diócesis donde ha sucedido el hecho y donde viven los testigos.
Generalmente, el Postulador de la Causa presenta hechos relacionados con la salud o la medicina. El Proceso de examinar el "presunto" milagro debe abarcar dos aspectos: a) la presencia de un hecho (la sanación) que los científicos (los médicos) deberán atestiguar como un hecho que va más allá de la ciencia, y b) la intercesión del Venerable Siervo de Dios en la realización de ese hecho que señalarán los testigos del caso.
b) Durante la segunda etapa la Congregación para las Causas de los Santos examina el milagro presentado.
Dos médicos peritos, designados por la Congregación, examinan si las condiciones del caso merecían un estudio detallado. Su parecer es discutido por la Consulta médica de la Congregación para las Causas de los Santos (cinco médicos peritos).
El hecho extraordinario presentado por la Consulta médica es discutido por el Congreso de Teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos. Ocho teólogos estudian el nexo entre el hecho señalado por la Consulta médica y la intercesión atribuida al Siervo de Dios.
Todos los antecedentes y los juicios de la Consulta Médica y del Congreso de Teólogos son estudiados y comunicados por un Cardenal (Cardenal "Ponente") a los demás integrantes de la Congregación, reunidos en Sesión. Luego, en Sesión solemne de los cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos se da su veredicto final sobre el "milagro". Si el veredicto es positivo el Prefecto de la Congregación ordena la confección del Decreto correspondiente para ser sometido a la aprobación del Santo Padre.
c) En la tercera etapa y con los antecedentes anteriores, el Santo Padre aprueba el Decreto de Beatificación.
d) En la cuarta etapa el Santo Padre determina la fecha de la ceremonia litúrgica.
e) La quinta etapa es la Ceremonia de Beatificación.
4. Santo.
a) La primera etapa es la aprobación de un segundo milagro.
b) Durante la segunda etapa la Congregación para las Causas de los Santos examina este segundo milagro presentado. Se requiere que este segundo hecho milagroso haya sucedido en una fecha posterior a la Beatificación. Para examinarlo la Congregación sigue los mismos pasos que para el primer milagro.
c) En la tercera etapa el Santo Padre, con los antecedentes anteriores, aprueba el Decreto de Canonización.
d) La cuarta etapa es el Consistorio Ordinario Público, convocado por el Santo Padre, donde informa a todos los Cardenales de la Iglesia y luego determina la fecha de la canonización.
e) La última etapa es la Ceremonia de la Canonización.


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