Plaza
Bolívar de la ciudad de Mérida
Nombre: plaza Bolívar / plaza Mayor.
Año: 1559.
Tipo de patrimonio cultural: tangible / inmueble.
Administrador custodio o responsable: alcaldía del municipio Libertador
y Corporación Merideña de Turismo (Cormetur).
La antigua plaza mayor de Mérida, denominada luego
como Bolívar, corazón y raíz de la ciudad, tiene su origen en el proceso de
fundación (1558 – 1559) y asentamiento definitivo de la urbe en la meseta de
Los Tatuy el 6 de mayo de 1559, la cual será el centro funcional y dinámico en
cuyos espacios tendrá lugar los hechos que marcaron la vida y la cotidianidad
de quienes, procedentes de la península Ibérica, establecieron como suyos un
territorio ya habitado por comunidades aborígenes.
Primera etapa: plaza libre (1559 – 1895). El modelo de plaza implementado
en la ciudad de Mérida desde 1559, cuyas características permanecerán hasta
finales del siglo XIX, es el de plaza libre o seca, definida por
el arquitecto Christian Páez Rivadeneira, como un lugar de arribo y “escenario
de las más variadas manifestaciones de la cultura” en el tiempo. Es decir, es
un espacio multifuncional, adaptado a las diversas necesidades de los pobladores
emeritenses, convirtiéndose, como en toda ciudad hispanoamericana, en el
epicentro de las actividades económicas, políticas, religiosas y sociales.
Alrededor de la plaza se instaurarán las distintas
instituciones representantes del poder religioso, público y administrativo.
Así, encontramos en la esquina este la iglesia parroquial de San José (1591 –
1603), elevada luego a catedral (1785); en la esquina sur, el templo de San
Felipe y la Casa Consistorial (1600), posteriormente sede del Palacio Municipal,
cárcel pública y cuartel; y en la esquina norte, el convento de San Juan
Bautista de Santa Clara (1651), primera institución de mujeres en la región.
En la plaza, durante el primer día feriado, el
pregonero “a son de caja de guerra” anunciaba las diferentes normativas que a
través de los bandos de buen gobierno eran promovidas por el ayuntamiento
merideño con la finalidad de garantizar el “buen vivir” entre los pobladores.
Muchas veces a los vecinos “estantes y habitantes” se les ordenaba mantener limpias
sus pertenencias de calle y solar, que “por ningún caso” se realizaran bailes
de noche “por las muchas ofensas que se siguen contra la Magestad Divina y
otros perjuicios que de ello se siguen”; o se les invitaba a participar en
alguna actividad festiva, como la proclamación del rey don Carlos IV, el 9 de
diciembre de 1789, etc.
La esquina norte de la plaza será asiento del
mercado público, autorizado para funcionar legalmente a partir de 1620. Allí,
cada domingo los vecinos procedían a vender sus frutos y mercaderías, que salvo
algunos imprevistos como los suscitados en 1799 por el cobro de alcabalas, se
mantendrá en pleno funcionamiento hasta el 9 de febrero de 1895, cuando es
inaugurado un edificio para tal fin, ubicado en la antigua sede del Convento de
San Juan
Posteriormente, a casi una década, el jardín de la
plaza presentaba “ausencia de selección de plantas, descuido y pésima
distribución”, razón por la cual, según el periódico Idea, en sus ediciones del
24 de septiembre y 5 de octubre de 1939, el jardín fue sometido a una completa
transformación artística “a base del nivelado del terreno” por sus notables
irregularidades, cuyas labores estaban bajo responsabilidad del director de las
escuelas agrícolas del estado, señor Rafael Herrera Valero, y el señor Samuel
Roldán, técnico agrícola al servicio del ejecutivo regional. Dichas obras se
ejecutaron a cabalidad e incluyeron la modificación del área central de forma
circular por una cuadrangular, siendo hasta ahora uno de los mejores trabajos
de jardinería y paisajismo realizados en la plaza Bolívar, cuya estructura, a
pesar de ciertas intervenciones en el tiempo, aún se conservan.
Plaza Bolívar a mediados de 1940. Foto Revista Es
Venezuela. Digitalización Samuel Hurtado Camargo
Trascurrida más de una década, en el marco de las
obras de “embellecimiento” y “modernización” que se realizaban en la ciudad y
considerando que la plaza Bolívar requería una “oportuna reparación y
embellecimiento”, el gobernador del estado Mérida, Vicente Tálamo, a través del
decreto número 235 de fecha 5 de noviembre de 1953, ordenó la reconstrucción
por el sistema de granito de las avenidas y del área central de la plaza,
sustitución de postes ornamentales de hierro, refacción del pedestal donde se
levantaba la estatua del Libertador, mejoras de la jardinería y sustitución de
los 24 bancos de concreto por unos de hierro, que estaban distribuidos en
cuatro de las ocho avenidas internas. Los trabajos iniciaron en el 1954 y
culminaron para el mes de mayo de 1955, invirtiéndose la cantidad de 325 254,06
bolívares.
Posteriormente, a casi una década, el jardín de la
plaza presentaba “ausencia de selección de plantas, descuido y pésima
distribución”, razón por la cual, según el periódico Idea, en sus ediciones del
24 de septiembre y 5 de octubre de 1939, el jardín fue sometido a una completa
transformación artística “a base del nivelado del terreno” por sus notables
irregularidades, cuyas labores estaban bajo responsabilidad del director de las
escuelas agrícolas del estado, señor Rafael Herrera Valero, y el señor Samuel
Roldán, técnico agrícola al servicio del ejecutivo regional. Dichas obras se
ejecutaron a cabalidad e incluyeron la modificación del área central de forma
circular por una cuadrangular, siendo hasta ahora uno de los mejores trabajos
de jardinería y paisajismo realizados en la plaza Bolívar, cuya estructura, a
pesar de ciertas intervenciones en el tiempo, aún se conservan. Trascurrida más
de una década, en el marco de las obras de “embellecimiento” y “modernización”
que se realizaban en la ciudad y considerando que la plaza Bolívar requería una
“oportuna reparación y embellecimiento”, el gobernador del estado Mérida,
Vicente Tálamo, a través del decreto número 235 de fecha 5 de noviembre de
1953, ordenó la reconstrucción por el sistema de granito de las avenidas y del
área central de la plaza, sustitución de postes ornamentales de hierro,
refacción del pedestal donde se levantaba la estatua del Libertador, mejoras de
la jardinería y sustitución de los 24 bancos de concreto por unos de hierro,
que estaban distribuidos en cuatro de las ocho avenidas internas. Los trabajos
iniciaron en el 1954 y culminaron para el mes de mayo de 1955, invirtiéndose la
cantidad de 325 254,06 bolívares.
Fuentes consultadas
Cárdenas D., Guillermo. La plaza Bolívar de Mérida, en fronteradigital.com.ve, 16 de septiembre de 2016. https://goo.gl/nyjdus. Consultado el 10 de junio de 2017.Celis Parra, Bernardo. Mérida: ciudad de águilas. Edición del autor, Mérida, 1997, tomo I; 336 pp.
Febres-Cordero, Beatriz. La arquitectura moderna en Mérida (1950 – 1959). Universidad de Los Andes, Mérida, 2003; 154 pp.
Goering, Christian Antón. Venezuela, el más bello país tropical, Traducción de María Luisa de Blay, Universidad de Los Andes, Mérida, 1962, pp. 115-122. Edición original Leipzig, 1893.
Hurtado Camargo, Samuel Leonardo. La estatuaria pública conmemorativa de la ciudad de Mérida (1842 – 2006): análisis histórico. Universidad de Los Andes, Escuela de Historia (Memoria de Grado), junio 2007, 500 pp.
Catálogo del patrimonio cultural venezolano. Municipio Libertador, estado Mérida. Instituto del Patrimonio Cultural. Región Los Andes: ME-12, 2007.
Memoria que el secretario general de gobierno del estado Mérida, presenta a la Asamblea Legislativa en sus sesiones ordinarias de 1955. Imprenta del Estado, Mérida, 1955; 300 pp.
Páez Rivadeneira, Christian. La plaza mayor de Mérida: historia de un tema urbano. El Libro Menor, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1992; pp. 223.
Picón Lares, Eduardo. Revelaciones de antaño. Universidad de Los Andes, Mérida, 2da. Edición 2008, tomo I; pp. 317-323. Primera edición, Caracas 1938.
Samudio A., Edda O., y Robinson, David J. A son de caja de guerra y voz de pregonero: los bandos de buen gobierno de Mérida, Venezuela 1770-1810. Academia Nacional de la Historia, 228, Caracas, 2009; pp. 410
Ramírez Méndez, Luis Alberto. De la piedad a la riqueza: Convento de Santa Clara de Mérida, 1651 – 1874. Archivo Arquidiocesano de Mérida, Mérida, 2005; pp. 538.
Resolución y decreto sobre la continuación de los trabajos de la plaza Bolívar de ciudad de Mérida. Biblioteca Nacional de Venezuela-Biblioteca Febres Cordero. Sección manuscritos: Documentos históricos. Mérida, 10 de abril de 1897.
https://iamvenezuela.com/2017/06/plaza-bolivar-de-la-ciudad-de-merida/
Investigación: Samuel Leonardo
Hurtado Camargo.
Recopilacion de Informacion para Este blogger: Aleida Marquez.
El Estado Mérida, La Ciudad de Los Caballeros, también
nos engalana con sus Mujeres. Y para muestra un botón, aquí les dejo la
historia de:
La Plaza Las Heroínas.
Su nombre está representado por las estatuas en
bronce de las valientes mujeres Merideñas que ayudaron a nuestro Libertador, a
salvarse de las tropas realistas; estas mujeres fueron dos de origen humilde
como María Rosario Nava quien fue
oriunda de la parroquia el espejo y se ganaba la vida planchando en casa de las
familias de abolengo, su principal motivo de servir a la patria fue el alistar
a su hijo dentro de las tropas patriotas para ayudar al Libertador en todas sus
Batallas. Anastasia quien trabajaba
en el convento de las Monjas Clarisas, contribuyo con el Libertador por el
disparo de un trabuco y el toque de un tambor de Guerra el cual alejo a las
tropas Realistas. Las otras heroínas de alta sociedad quienes fueron participes
de este mismo
Acontecimiento; Isabel Briceño de Fornez quien era esposa de Jaime Fornez, y Simona Corredor de Pico quien dono una
casa en 1813, para la causa patriota del Libertador.
La última de estas Heroínas cuyo nombre era María Uzcátegui, hermana del Canónigo Uzcátegui,
dono un cañón para la patria el que lleva escrito su nombre, lo cual le
atrajo persecuciones al grado de tener que ocultarse en los montes.
Se creó para honrar la memoria de las cientos de
mujeres merideñas que dieron su vida por lograr la independencia de Venezuela.
Por iniciativa del Dr. Rigoberto Henríquez
Vera, gobernador del Estado Mérida durante el tiempo comprendido entre 1974-
1979, se dio inicio al proyecto y construcción de un parque simbólico que
serviría para rendir homenaje a las mujeres que en la época de la guerra
independentista colaboraron en la gesta emancipadora. A tal efecto la
Corporación de Turismo de Venezuela, y en terrenos de su propiedad, se encargó
de la planificación de tal requerimiento al diseño en su conjunto global
realizado por el afamado arquitecto Caraqueño, pero merideño de corazón, Pedro
Nicolás Díaz Troncones, para esa época arquitecto de obras al programa
coordinado Gobernación Corporación de turismo y ordeno su ejecución, la cual
estuvo a cargo del Geómetra- Constructor italiano Luís Nimis Gervaci, pionero
de los constructores en Mérida. Su escultor el artista:, maestro y profesor
universitario Don Manuel de la Fuente, español pero quien ha hecho de Venezuela
su segunda patria, concibió en medio del emplazamiento del parque un grupo
escultórico representando a las cinco mujeres reseñadas en su obra por Don
Tulio Febres Cordero El concepto artístico – cultural manejado fue el de un
monumento conmemorativo de un acontecimiento histórico, figurativo y realista
fue moldeado en arcilla y fundido a la cera perdida en el taller Vulcano
de Adán Vergara en los llanitos de Tabay. Las fuentes de agua fueron instaladas
por la empresa Canadiense – kuwaiti, La Tranfontaine y con el tiempo debido a
su desarrollo recuperadas por la Corporación Merideña del Turismo. El Proyecto
paisajístico lo realizo el ingeniero Forestal Cesar Gallardo tomando en cuenta
las especies ornamentales y alboradas de la región merideña, lo que aporto al
espacio múltiple colorido.
El terreno donde se construyó el referido parque se
denomina desde aquellos tiempos, Sector Barinitas. La primera piedra de este
parque fue colocada el 8 de Marzo de 1975 e inaugurada el 19 de Marzo de 1977
por el Gobernador del estado acompañado de su esposa Doña Cristina Consalvi
Bottaro de Henríquez. Este parque se erigió en homenaje a las mujeres
merideñas que contribuyeron con su gran valor, abnegación y arroyo al triunfo
de la causa patriótica. Entre ese grupo de insignias y valerosas damas podemos
mencionar de acuerdo a las referencias del patriarca de las letras merideñas y
su hermano Miguel Febres Cordero, a María Simona Corredor viuda de Asencio
Pico, ella, mediante documento refiere…Que no teniendo dinero suficiente con
que cubrir los quinientos pesos que le cupieron en el repartimiento hecho
por el Ilustre Cabildo de esta unidad por espesillo forzado del Exilió solo
cincuenta; y que dando cubrir todo de dicha cantidad, y hacer además algún
donativo a favor de la Patria en parte de prueba de lo que desea su libertad,
de su libre espontánea voluntad ha venido en hacer gracia y donación a dicha
patria, de una casa de su propiedad… todo lo cede y lo renuncia y traspasa
plenamente a la patria, y su gobierno ( Fondo Protocolo, Tomo 95 Año
1813, Folio 223- 224). Este acto del inmueble, se llevo a efecto
simbólicamente, según la tradición histórica al Ejercito de la Unión Simón
Bolívar, quien para el 23 de Mayo de 1813 un mes antes procedente
de la Nueva Granada (COL), visitaba Mérida en la ruta del a Campaña
admirable, el lugar que ocupo dicha casa hoy día está ubicado en la Av. 2 entre
calle 19 y 20, reseñada por una placa La Casa de la Patria la primera que
adquiere Venezuela por especial donación. María Ignacia Uzcátegui, una de las
cuatro hermanas del Canónigo merideño Francisco Antonio Uzcátegui y Dávila,
sacerdote de la catedral de Mérida quien con motivo de los sucesos adversos a
la causa república ayudo a la fabricación de armas y pertrechos para el ejército
patriota, referida dama, costeo con su peculio para la Patria un cañón que llevaba
grabado en el mismo bronce el nombre de la donante, rasgo que le trajo
persecuciones que la obligaba ocultarse en los montes cércanos a la cuidad. El
General Páez se refiere en su autobiografía a este cañón, el cual existió en la
aldea de Estanques hasta la guerra de la Federación en que desapareció. María
Rosario Nava, una mujer humilde planchadora del sector El Espejo no contando
con dinero para colaborar con la causa y queriendo que su hijo no se privase de
la gloria de servir en los aciagos días de la guerra de
independencia.
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